25 abril 2009

Isaac Asimov: El sol desnudo


(Para Rosa Silverio)

Es una de las mejores novelas que escribió Isaac Asimov. Así se la considera. No seré yo quien lleve la contraria. El viejo maestro amaba la novela policíaca y fue uno de los primeros en escribir novelas de ciencia ficción con elementos policiales. En "El sol desnudo" hay una investigación clásica, varios asesinatos, muchos sospechosos, un detective que tiene limitaciones y es sagaz, aprende de sus errores y se deja ayudar por un robot que no lo parece, al que todos toman por otro humano. Elijah Baley y R. Daneel Olivaw no aparecen sólo en esta novela. Forman pareja investigadora en otras narraciones y el robot acabará por convertirse en un personaje fundamental en el conjunto de la obra de Asimov.

La parte policial de la novela es muy interesante, respeta escrupulosamente las reglas del género y sirve para hacer avanzar la narración y cerrarla brillantemente. Actúa de guía, de aliciente, pero "El sol desnudo" es mucho más que una novela con detective dentro. El viejo y sabio Asimov nos habla de los humanos de la Tierra y de los que han ido más allá de nuestro sistema solar. De las carencias de los que viajan y de los que se quedan. Nos alerta sobre la progresiva deshumanización de las sociedades que lo fían todo a los robots -él, que defendía su validez y necesidad con pasión -, nos habla de cómo la soledad corroe al hombre y desgasta sus conquistas sociales, de cómo nos alejamos entre tanta tecnología inventada no a la medida del hombre, sino acaso para reeemplazar al ser humano. Con un estilo sencillo, enraizado en una mirada noble y valiente, que podemos emparentar con la de otros de muchos escritores de la década del 50 del pasado siglo - creían en el hombre y lo reprendían sin moralina, con cierta inocencia, sin alzar la voz, sin predicar, hablándole siempre de tú al lector, al espectador (en el cine y en muchas películas de las llamadas de Serie B hallamos también guiones cargados de buenas intenciones y de amonestaciones que nunca resultan severas, que acaso penetran mejor en nuestra mente al estar dichas y planteadas de manera sencilla, sin el cinismo y el descreimiento que posteriormente embargó el ánimo de tantos escritores y creadores) -, Asimov cuenta y analiza desde una perspectiva eminentemente humanista, sintiéndose hombre (juez) y parte de la cuestión.

No sé si a los lectores algo mayores -yo ya no volveré a cumplir los cuarenta años- y algo ingenuos aún este tipo de literatura nos emociona porque no hemos dejado de ser niños del todo. Por eso, pese a las crisis y la sensación de derrota continua, de vacío y de callejón sin salida (dejando de lado la alternativa del hedonismo y la insensatez de la diversión encajada en el consumismo ramplón) en que parece que estamos condenados a vivir en un mundo tan sofisticado y tan falto de verdaderos sentimientos humanos, recomiendo vivamente la lectura, la recuperación de uno de esos pequeños clásicos de la literatura que nos ayudan a limpiar un poco nuestra mirada y nuestra alma de sufridores y desengañados. Porque también soy un hombre, además de un niño, porque no he perdido la esperanza y porque creo que casi todo tiene remedio si se mira hacia el lado de la solución y se unen fuerzas para lograrlo, porque tengo muy hundido un pie en nuestra entristecedora realidad actual, recomiendo este libro que no es una evasión, no es una fuga, sino un paso adelante para mirar con ojos sin miedo al futuro desnudo.

18 abril 2009

Traspiés


Es una editorial granadina. Tiene una colección llamada Vagamundos. Son unos libros pequeños, ilustrados, hechos con amor y con arte. La he conocido porque ahora se publica "Anónimos", de Miguel Sanfeliu, la mejor noticia literaria del presente año.
También están en la colección Hilario J. Rodríguez, escritor y crítico literario, uno de los imprescindibles de la cultura española, que firma "Mapa mudo". Ana Ayuso Verde y Juan Gonzalo Lerma, que nos guían hasta un lugar "Donde sueñan los tigres". Y "Una humilde propuesta", de Jonathan Swift, sátira ilustrada.
Es una editorial humilde, con un gusto exquisito. Ver sus obras en las librerías representa todo un acontecimiento, una dicha para los lectores apasionados. Marca estilo y apuesta por la calidad. Quede aquí expresada toda mi admiración.

08 abril 2009

Star Trek Voyager: Emanaciones


Vaya por delante que a uno le gusta mucho la ciencia ficción. Pero quede claro que hablamos de una ciencia ficción firmada por Ray Bradbury, el mejor Isaac Asimov, Stanislaw Lem, la Ursula K. Le Guin de "Los desposeídos" o Doris Lessing, esta última Premio Nobel. Esa ciencia ficción a la que no le hacía ascos Jorge Luis Borges.
Así, no os extrañará que no vea las series del momento en televisión y que a veces ponga de nuevo en el reproductor un dvd de las viejas Star Trek (todo lo que no sea de este año les parece a algunos ya viejísimo). Ayer estuve viendo el episodio noveno de la primera temporada de Star Trek Voyager. A mi lado estaba mi seria y realista compañera, que no es demasiado aficionada al cine ni a las sesiones de mitomanía a horas intempestivas . Ella, en todo caso, prefiere la serie original y a Spock, cuyo gancho entre las mujeres aún está por estudiarse.
El episodio es una larga meditación dialogada sobre la muerte y lo que ocurre después de la muerte. Está escrito por Brannon Braga, que tiene mucha parte de culpa de los aciertos de Enterprise, posterior a Voyager y de una calidad media más que aceptable (con caídas en ciertos capítulos entregados a la pura acción que los buenos aficionados disculpamos). Ya digo: casi todo es diálogo. Casi como una obra de teatro, dije, y mi compañera asintió (su juicio me importa mucho, porque equilibra mi natural tendencia al entusiasmo repentino y desmedido). Oye, y no hay un solo tiroteo, no hay luchas a brazo partido, no hemos visto ninguna escena de violencia. Todo un logro, ¿verdad?
Creo que este tipo de ciencia ficción es el último refugio para hablar de temas trascendentes, importantes, decisivos que afectan al ser humano. Se llevan a unos cuantos personajes a un planeta desconocido, les cambian las caras y los maquillan como a extraterrestres humanoides y les dejan hablar y decir cosas que en otras series sonarían demasiado rimbombantes o sencillamente increíbles. Y arman una pequeña historia que entretiene, hace pensar, hace dudar. Y es que quizá Sarte, Camus y otro como ellos sobreviven en las estrellas, están más vivos allí que aquí, donde casi todo está dado a la investigación de policías infalibles, a los chistes de adolescentes que no adolecen de nada elemental, a pitorreos vanos de seres llamados periodistas que cobran por masacrar a sus semejantes ante una cámara. La tele sirve para esto, mejor para esto, le dije anoche a mi compañera con la carátula del dvd de Voyager en la mano. Ella no dijo que no.



01 abril 2009

Marvin Harris: La cultura norteamericana contemporánea

La facilidad con que Marvin Harris se expresa y nos adentra en los mundos de la antropología tiene un mérito enorme: a nadie le parecerá que anda por caminos difíciles, ajenos, extraños. Leerle es fácil, seguir sus ideas no cuesta nada y llenarse de conocimientos y de razonamientos puede resultar tan divertido como leer la más entretenida de las ficciones. Este libro está planteado además de manera casi detectivesca, con emoción enhebradora que une capítulos y que lleva al lector desde las preguntas a las respuestas manteniendo siempre viva su atención.
"La cultura norteamericana contemporánea" es un libro que sigue vigente, pleno de verdades y de aciertos. Es muy útil para saber de qué está hecho nuestro presente, de dónde vienen los peores desconsuelos y los sobresaltos que sacuden a la gente de a pie. Podemos hallar en él datos, cifras e ideas muy útiles para saber más de la actual crisis económica, de los motivos que hay detrás de la baja calidad de los productos que utilizamos a diario en nuestras casas, de los pasos que llevaron a las mujeres a dar un paso adelante y fuera del hogar, de la homosexualidad y sus historia, de la violencia en las calles. Marvin Harris puso su mirada sobre la sociedad de su época -y de la nuestra - y dejó lecciones de sobriedad, independencia y profundo acierto abordando temas que a todos nos preocupan.
Uno va abandonando la lectura de libros de ficción para recuperar otros de ensayo, antropología, psicología, pensamiento. Volver a leer -o descubrir - a autores como éste -o Augé, Baudrillard, Jáuregui, Fromm- le hacen sentir que utiliza de forma más útil su tiempo y que escapa al acoso de yerma ficción que nos rodea, tan atontadora y tan estirilizadora. Uno tiene la sensación de que recupera el tiempo, de que da un paso -aunque pequeño- hacia delante, como el que apaga la televisión y come en silencio, con sus pensamientos, y descubre dentro y fuera de sí más vida de la que imaginaba. Acaso todo consiste en eso: en ver que uno de verdad existe y que los demás también existen.